sábado, 22 de marzo de 2025

EXODO PARTE 25

ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL
Por C.H.M. El Antiguo y el Nuevo Testamento encierran varios casos donde Dios se manifiesta como "fuego consumidor"; hallamos un ejemplo de ello en Levítico 10, donde vemos que el fuego devora a Nadab y Abiú. Jehová habitaba en medio de su pueblo, y quería mantener a este en una posición que fuese digna de El. Dios no podía hacer otra cosa. No sería provechoso para su gloria ni para los suyos, si El tolerase en los que le pertenecen cualquier cosa incompatible con la pureza de su presencia. Es preciso que la morada de Dios sea santa. La misma cosa vemos cuando se trata del pecado de Achán (Josué 7), donde se nos muestra que Dios no puede sancionar el mal con su presencia, cualquiera que sea la forma que el mal revista, ni por oculto que pueda ser. Jehová es "fuego consumidor", y como tal, El debía obrar con respecto a toda especie de mal que podía manchar la congregación de Israel, en medio de la cual El habitaba. Procurar unir la presencia de Dios con un pecado no juzgado, es el último distintivo de la impiedad. Ananías y Safira (Hechos 5) nos enseñan la misma y solemne lección. Dios habitaba en la Iglesia por el Espíritu, no solamente como una influencia, sino como una persona divina; y de tal manera, que no se podía "mentir al Espíritu Santo". La Iglesia era, y es aun, la morada de Dios; y El es quien debe gobernar y juzgar en medio de ella. Los hombres pueden vivir en unión con la impostura, la concupiscencia y la hipocresía; pero Dios no puede hacerlo. Si queremos que Dios habite con nosotros, debemos juzgar todos nuestros caminos, si no, El los juzgará por nosotros. (Véase 1 Cor. 11: 29-32). En cada uno de los casos citados y en muchos más que podríamos aducir, hallamos la fuerza de estas solemnes palabras: "La santidad conviene a tu casa, oh Jehová". (Salmo 93:5). Para aquel que la ha comprendido, esta verdad producirá siempre sobre él un efecto moral análogo al que ejerció sobre Moisés: "No te llegues acá; quita tus zapatos de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es". (Vers. 5). El lugar de la presencia de Dios es santo, y sólo se puede caminar por él con los pies descalzos. Dios, habitando en medio de su pueblo, comunica a toda la asamblea de ese pueblo un carácter de santidad que es el fundamento de todo afecto santo y de toda santa actividad. El carácter de la habitación deriva del carácter de Aquel que la habita. La aplicación de este principio al caso de la Iglesia, que es ahora la morada de Dios por su Espíritu, es de la mayor importancia práctica. Continuará...

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