miércoles, 19 de marzo de 2025

EXODO PARTE 22

ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL
Por C.H.M. Nosotros habríamos podido creer que la educación de Moisés estaba terminada en el momento en que se halló en posesión de toda la sabiduría de los Egipcios y gozando al mismo tiempo de las ventajas que le ofrecía a este efecto la vida de la corte. Nosotros habríamos podido suponer que en un hombre tan privilegiado, hallaríamos no solo una instrucción sólida y extensa, sino también una distinción tal en sus maneras, que le harían apto para cumplir toda especie de servicio. Pero ver a un tal hombre, tan bien dotado e instruido, ser llamado a abandonar su alta posición para ir a apacentar ovejas detrás del desierto, es una cosa incomprensible para el hombre, algo que humilla su orgullo y su gloria hasta el polvo, manifestando a todos los ojos que las ventajas humanas tienen poco valor delante de Dios, menos que esto, todas las ventajas son consideradas como "estiércol" ante los ojos del Señor, y ante los de aquellos que han aprendido en su escuela. (Fil. 3:8). Hay una inmensa diferencia entre la enseñanza humana y la divina. La primera tiene por fin el cultivar y enaltecer la naturaleza humana, mientras que la segunda empieza por "secarla" y ponerla a un lado. (Isaías 40:6-8; 1Pedro 1:24). "Mas el hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura, y no las puede entender, porque se han de examinar espiritualmente". (1 Cor. 2:14). Podéis esforzaros tanto como queráis en educar e instruir al hombre natural, sin que jamás lleguéis a hacer de él un hombre espiritual. "Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es". (Juan 3:6). Si alguna vez el hombre natural cultivado ha podido esperar tener éxito en el servicio de Dios, ese fué Moisés; él era "grande", "sabio" y "poderoso en sus dichos y hechos" (Hechos 7:22); y sin embargo, él debía aprender alguna cosa más "detrás del desierto," que las escuelas de Egipto no le habrían enseñado nunca. Pablo aprendió en Arabia lo que jamás habría aprendido a los pies de Gamaliel. Nadie puede enseñar como Dios, y es necesario que todos los que quieran aprender de El, estén a solas con El. Moisés recibió en el desierto las lecciones más preciosas, más profundas, más poderosas y más durables; y es allí donde deben encontrarse todos los que quieran ser formados para el ministerio. Guárdese el lector de suponer que en estas reflexiones nos proponemos despreciar en lo más mínimo el valor de una instrucción realmente útil, o la cultura de las facultades intelectuales. No es esta en ninguna manera nuestra intención. Continuará...

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