sábado, 8 de marzo de 2025

EXODO PARTE 11

ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL
Por C.H.M. Cuando Dios educa a alguien, lo hace de una manera digna de El y de su santo servicio. Dios no quiere un neófito para hacer su obra. El siervo de Cristo debe aprender más de una lección; debe pasar por varios ejercicios y sostener muchas luchas en secreto, antes que sea verdaderamente apto para entrar en su ministerio público. Nuestra naturaleza no gusta de este método; ella prefiere mejor empezar desempeñando un papel importante que aprender en secreto; desea más fácilmente ser el objeto de la admiración de los hombres que estar disciplinado bajo la mano de Dios. Pero es preciso que sigamos el camino de Dios, y no el nuestro. La naturaleza puede precipitarse en el campo de la acción, pero Dios no tiene nada que ver con ello: es necesario que lo humano sea quebrantado, consumido, y puesto a un lado. El lugar de la muerte es el sitio que le corresponde. Si la naturaleza humana quiere obrar, Dios, en su fidelidad y sabiduría perfectas, conducirá las cosas de tal manera que el resultado de esa actividad será su completa confusión. Dios sabe lo que debe hacerse con nuestra naturaleza, donde debe ser colocada y donde debe ser mantenida. Que Dios nos ayude para que podamos entrar más profundamente en Sus pensamientos respecto a nuestro yo y en todo cuanto con él se relaciona; así caeremos menos fácilmente en el error; nuestra vida será más fiel y moralmente más elevada, nuestro espíritu más tranquilo, y nuestro servicio eficaz. Meditando la historia de Moisés, es necesario considerar a este gran siervo de Dios desde el doble punto de vista de su carácter personal y de su carácter típico. En el carácter personal de Moisés, hay muchas cosas que, nosotros debemos aprender. Dios tuvo de suscitarlo y de formar su carácter, valiéndose de diversos medios, durante el largo período de ochenta años: primero en el palacio de la hija de Faraón, y luego "detrás del desierto". (Cap. 3: 1). Para nuestros espíritus tan limitados, ochenta años nos parece un tiempo excesivamente largo para la preparación de un siervo de Dios; pero los pensamientos de Dios no son como nuestros pensamientos. Dios sabía que esas dos veces "cuarenta años" eran indispensables para la preparación de ese vaso escogido por El. Continuará...

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