viernes, 21 de febrero de 2025

GÉNESIS PARTE 255

JUDÁ Y TAMAR LA ELEVACIÓN DESPUÉS DE LA PRUEBA Restauración del pueblo judío “No podía ya José contenerse delante de todos los que estaban al lado suyo, y clamó: Haced salir de mi presencia a todos. Y no quedó nadie con él, al darse a conocer José a sus hermanos” (45:1). Ningún extraño fue admitido como testigo de esta escena sagrada; pues ¿qué extraño podría haberla comprendido o apreciado? Aquí se nos invita a ver, en cierto sentido, la verdadera y divina convicción de pecado en presencia de la gracia divina, y, cuando tal convicción y tal gracia se encuentran, toda dificultad queda pronto solucionada. Y dijo José a sus hermanos: “Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros... Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios” (45:4-8). Ciertamente, aquí tenemos la gracia concediendo perfecta paz a la conciencia convencida de pecado. Como los hermanos de José se habían juzgado a sí mismos, éste no tenía más que hacer que derramar bálsamo en sus corazones quebrantados. Todo esto es una figura preciosa de la manera en que Dios obrará para con Israel en los últimos días, cuando “mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito”. Entonces experimentarán la realidad de la gracia divina y la eficacia del “manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia” (Zacarías 12:10; 13:1) . Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario