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martes, 4 de febrero de 2025
GÉNESIS PARTE 238
ALTO DE JACOB EN SIQUEM
SUS CONSECUENCIAS
El encuentro de Jacob con Esaú
Vamos a ver ahora cómo todos los temores de Jacob carecían de todo fundamento y como todos sus planes eran superfluos. A pesar de la lucha, y aunque Dios le había tocado el encaje del muslo dejándole cojo, continúa elaborando proyectos y planes. “Alzando Jacob sus ojos, miró, y he aquí venía Esaú, y los cuatrocientos hombres con él; entonces repartió él los niños entre Lea y Raquel y las dos siervas. Y puso las siervas y sus niños delante, luego a Lea y a sus niños, y a Raquel y a José los últimos” (v. 1-2). Este arreglo demostró que sus temores no habían cesado. Todavía esperaba que Esaú se vengara, por lo que expone al primer golpe a los de menos consideración. ¡Qué asombroso y triste es lo profundo del corazón humano! ¡Cuán lentamente llega a confiar en Dios! Si Jacob hubiera descansado de verdad en Dios, nunca habría temido la perdición propia y la de su familia. Pero ¡ay! sabemos cuánta dificultad tiene el corazón para descansar sencillamente, mediante tranquila confianza, en un Dios siempre presente, omnipotente e infinitamente misericordioso.
Dios nos manifiesta aquí cómo toda esta inquietud del corazón es inútil: “Pero Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron” (v. 4). El regalo de Jacob era superfluo y sus planes inútiles. Dios apaciguó a Esaú, como antes había apaciguado a Labán. Dios se complace así en reprender la cobardía y la incredulidad de nuestros pobres corazones y en disipar nuestros temores. En lugar de encontrarse con la espada de Esaú, Jacob encontró los brazos abiertos y el beso de su hermano. En lugar de pelearse el uno con el otro, se confunden sus lágrimas. Tales son los caminos de Dios ¿Quién no confiaría en él? y ¿quién no le honraría con la más plena confianza del corazón? ¿Por qué, a pesar de todas las pruebas que tenemos de su fidelidad para con los que confían en él, nos hallamos en cada nueva prueba tan dispuestos a dudar y vacilar? ¡Ay! porque no conocemos bastante a Dios. “Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz” (Job 22:21). Esto es verdad tanto respecto al no convertido como respecto al hijo de Dios. Conocer a Dios verdaderamente y confiar positivamente en él es vida y paz. “Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). Cuanto más conozcamos íntimamente a Dios, tanto más sólida será nuestra paz, y tanto más elevados nos veremos sobre toda dependencia de la criatura.
“Dios es la roca, cuya obra es perfecta” (Deuteronomio 32:4); y sólo debemos apoyamos en él para saber cómo está dispuesto a sostenernos y cuán poderoso es para hacerlo. Continuará...
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