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domingo, 19 de enero de 2025
GÉNESIS PARTE 222
JACOB HUYE A HARÁN
Los amargos frutos
Dios ha provisto todo lo necesario para el cumplimiento de sus planes, a pesar de la locura y el pecado del hombre, y es motivo de gozo eterno para toda alma poder verse, por la enseñanza del Espíritu, contenida en los límites de los designios de la gracia de Dios.
El profeta Oseas nos transporta a los tiempos en que tendrán cumplimiento las cosas representadas por la escalera de Jacob. “En aquel tiempo haré para ti pacto con las bestias del campo, con las aves del cielo y con las serpientes de la tierra; y quitaré de la tierra arco y espada y guerra, y te haré dormir segura. Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia. Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a Jehová. En aquel tiempo responderé, dice Jehová, yo responderé a los cielos, y ellos responderán a la tierra. Y la tierra responderá al trigo, al vino y al aceite, y ellos responderán a Jezreel. Y la sembraré para mí en la tierra, y tendré misericordia de Lo-ruhama; y diré a Lo-ammi: Tú eres pueblo mío, y él dirá: Dios mío” (Oseas 2:18-23). Las palabras del Señor mismo (Juan 1:51) se refieren a la visión de Jacob: “De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre”.
Manifestación de la gracia de Dios para con Israel
Esta visión de Jacob es una revelación maravillosa de la gracia de Dios para con Israel. Hemos visto ya cuál era el verdadero carácter y el estado real de Jacob, los cuales prueban hasta la evidencia que todo en su caso debía ser gracia si había de ser bendecido. Ni su carácter ni su nacimiento le daban derecho alguno a lo que fuese. Esaú, en virtud de su nacimiento y su carácter, habría podido pretender algo, a condición, sin embargo, de que se pusiera a un lado el soberano derecho de Dios; pero Jacob no tenía derecho a nada absolutamente. De manera que, si bien Esaú sólo podía reivindicar sus derechos a expensas de la soberanía de Dios, Jacob no podía tener más que los que le concediera esta misma soberanía; y, pecador como era, no podía descansar sobre otra cosa que sobre la soberana y pura gracia de Dios. Continuará...
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