viernes, 10 de enero de 2025

GÉNESIS PARTE 213

ISAAC A LAS PUERTAS DE LA ETERNIDAD El hombre natural y los planes de Dios No nos olvidemos de que el Espíritu Santo, al presentar a nuestra vista, merced a la fidelidad de su amor, todos los rasgos del carácter humano, simplemente tiene por objeto enaltecer las riquezas de la gracia de Dios y prevenimos contra el mal. Su objeto no es perpetuar el recuerdo del pecado, el cual para siempre ha sido borrado de la vista de Dios. Las aberraciones, las faltas, los yerros de Abraham, de Isaac y de Jacob han sido perdonados y lavados del todo, y estos hombres han llegado a ocupar lugar entre “los espíritus de los justos hechos perfectos” (Hebreos 12:23); pero su historia queda en las páginas del libro inspirado para manifestar la gracia de Dios y para servir de solemne aviso al pueblo de Dios en todas las edades, como también para hacemos ver claramente que Dios no tuvo que tratar con hombres perfectos en aquellos tiempos, sino con hombres sujetos a “pasiones semejantes a las nuestras” (Santiago 5:17), y en los cuales tenía que soportar las mismas faltas, las mismas debilidades y los mismos extravíos que hoy cometemos. Todo esto es adecuado para fortalecer el corazón. Las biografías escritas por el Espíritu Santo forman un contraste sorprendente con las que escribe la mayoría de los biógrafos humanos, quienes no cuentan la historia de hombres como nosotros, sino de seres sin errores ni flaqueza. Biografías de ese género son más nocivas que útiles; más propias para desanimar que para edificar al lector. Nos cuentan más bien lo que el hombre debería ser que lo que es en realidad. Nada puede edificar como la manifestación de los caminos de Dios para con el hombre tal cual es en realidad, y es esta manifestación la que nos proporciona la Escritura. Aquí hallamos al anciano patriarca Isaac a las puertas de la eternidad. La tierra y todo lo que pertenece a la naturaleza rápidamente se desvanecen de su vista; sin embargo, se preocupa por “guisado como a mí me gusta” (v. 4) y se halla a punto de obrar en directa oposición al consejo de Dios, bendiciendo al mayor en lugar del menor. He aquí la naturaleza humana, y la naturaleza con “los ojos” ofuscados. Así como vimos a Esaú vendiendo su primogenitura por un plato de lentejas, aquí vemos a Isaac presto a dar la bendición por un guisado de caza. ¡Cuán humillante es esto ! No obstante, es preciso que el designio de Dios quede en pie, y él sabrá cumplir toda su voluntad. La fe lo sabe, y en virtud de este conocimiento puede esperar el preciso momento de Dios, mientras que la naturaleza, incapaz de esperar, queda reducida a procurar sus fines por los medios de su propia invención. Continuará...

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