miércoles, 28 de agosto de 2024

GÉNESIS PARTE 82

EL DILUVIO Y NOÉ La fe de Noé La Palabra de Dios, juntamente con el Espíritu Santo —el único que sabe interpretar esa Palabra y aplicarla a nuestra condición diaria— es todo lo que necesitamos para nuestro equipo completo, “a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”, bajo cualquiera forma que se nos presente (2. Timoteo 3:16, 17). ¡Qué consolador es esto y qué descanso proporciona al corazón! Estamos seguros contra todas las asechanzas de Satanás y todas las perplejidades que causan las imaginaciones del hombre. ¡La pura e incorruptible Palabra de Dios que vive y permanece para siempre! Adoremos a Dios por este don inconmensurable. “Todo designio de los pensamientos del corazón de ellos (los hombres) era de continuo solamente el mal”, pero el corazón de Noé halló un refugio sencillo en la Palabra de Dios. El arca, imagen de la cruz de Cristo “Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra. Hazte un arca de madera de gofer” (v. 13,14). En estas palabras hallamos la ruina de los hombres y el remedio divino. Al hombre se le ha permitido proseguir su carrera vertiginosa hasta que llegue a su fin legítimo y lleve a cabo hasta la madurez las consecuencias naturales de sus principios de inmoralidad. La levadura obra en la masa hasta que toda queda leudada. El mal tiene que llegar a su colmo porque no hay elementos que lo detengan. “Toda carne” se había corrompido a tal grado que ya no podía ser peor. No quedaba más remedio sino que Dios la rayera completamente de la faz de la tierra y que, al mismo tiempo, salvara a todos aquellos que se hallaban de conformidad con sus designios eternos, ligados con «el octavo», el único hombre justo que entonces vivía sobre la tierra. Continuará...

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