domingo, 25 de agosto de 2024

GÉNESIS PARTE 79

EL DILUVIO Y NOÉ Condición del hombre ante Dios No debe ser permitida ninguna unión que afecte en lo más mínimo el respeto por la verdad. El lema del cristiano debe ser siempre: «Manténgase la verdad inviolable a todo trance». Si merced a esto se logra la unión de fuerzas, tanto mejor; pero la verdad no puede sufrir menoscabo. La política de la conveniencia es la que se oye con más frecuencia, y se expresa de esta manera: «Promuévase la unión a toda costa; si a la vez se puede sostener la verdad, bien, pero si no, la unión vale más». Pero bien sabemos que puede haber un testimonio fiel sólo cuando la verdad no sufre de la manera que vemos como inevitable consecuencia de esas uniones no santificadas, tal como en el caso de los santos y profanos antediluvianos, entre aquello que era divino y lo que era humano, caso en el cual el bien resultó destruido y el mal llegó a su colmo y causó el derramamiento de los juicios de Dios sobre toda la humanidad. Nunca deberíamos perder de vista que “la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica” (Santiago 3:17). La sabiduría de lo bajo habría comenzado por “pacífica”, y por eso mismo jamás puede ser pura. Dijo Dios: “Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado” (v. 7). Ningún otro remedio habría surtido efecto. Tenía que verificarse una destrucción completa de todo aquello que había corrompido a la raza y la había desviado de los caminos de Dios. Los hombres fuertes, los hombres de renombre tenían que ser barridos sin distinción de sobre la faz de la tierra. “Toda carne” fue incluida en la condenación como indigna de habitar el mundo que Dios había hecho. “He decidido el fin de todo ser” (v. 13). No era el fin de una parte de la carne, porque toda se había corrompido a los ojos del Dios santo y no era posible redimirla. Había sido probada y había fracasado. Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario