LA PALABRA DE DIOS REVELADA A LOS HOMBRES
CAPITULO TRES
LAS REVELACIONES A JUAN
“Aunque escuché lo que dijo ese hombre, no pude entenderlo, así que le pregunté: “Señor, ¿en qué va a parar todo esto?” Y él me respondió: “Sigue adelante, Daniel, que estas cosas se mantendrán selladas y en secreto hasta que llegue la hora final” (Daniel 2: 8-9)
Un día pasando por la plaza central de la ciudad de San Salvador, me llamó la atención ver a muchas personas congregadas en ese lugar, entonces le pregunté a uno de ellos a que se debía tanto alboroto, me dijo que ese día se iba a develar un monumento en honor de alguien famoso, entonces traté de ver el tal monumento levantando el velo, pero alguien que cuidaba el lugar me detuvo diciendo: perdone pero no puede ver la escultura hasta que haya llegado la hora de la develación. Esta es la revelación que fue mostrada a Juan en su exilio en la isla de Patmos. La palabra apocalipsis proviene del griego: apokkalyphis que se traduce como Quitar el velo o revelación; La pregunta es; ¿Revelación de que o de quién? “Ésta es la revelación de Jesucristo, que Dios le dio para mostrar a sus siervos lo que sin demora tiene que suceder. Jesucristo envió a su ángel para dar a conocer la revelación a su siervo Juan” (Apoc. 1: 1) Lamentablemente los predicadores se dedican a predicar el apocalipsis para meterle miedo a la gente, pero raras veces para enseñar acerca de Jesucristo y el papel que El juega en los últimos tiempos. El libro de apocalipsis está enriquecido de las más bellas revelaciones dignas de ser conocidas, Dios revela sus secretos a los suyos, a aquellos que fueron alcanzados por su misericordia, por eso entendemos que hay personas que no entienden la biblia porque no son de Dios, cuando la leen solo logran ver defectos que no existen en ellas por falta de entendimiento, hay personas que jamás recibirán entendimiento por su rebeldía, por su incredulidad. “Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan las palabras de este mensaje profético y hacen caso de lo que aquí está escrito, porque el tiempo de su cumplimiento está cerca” (Apoc. 1: 3) Observe usted este versículo; “Dichoso el que lee”, al parecer, los lectores siempre serán pocos. Mi país, El Salvador, tiene la fama de ser el país de la región Centroamericana que menos lee, por esa razón las personas están expuestas a ser engañadas, por causa de la ignorancia; sin embargo, dice el texto que son “dichosos los que escuchan y hacen”, en realidad son muchos los que escuchan pero pocos los que leen y hacen, es por eso que si no leemos podemos ser engañados por falsos líderes sin escrúpulos que solo buscan enriquecerse. Si usted lee o escucha la palabra, y la pone en práctica, siéntase dichoso, ya sea que la lea o que la escuche, pero si la practica estará preparado para los acontecimientos finales que están cerca.
Hay personas que se jactan de ser sabios e intelectuales, pero niegan la existencia de Dios, por ésta razón Dios los ha rechazado, y les ha revelado su palabra a los humildes que no tienen nada de que jactarse; Jesucristo los llama “como niños” “En aquel momento Jesús, lleno de alegría por el Espíritu Santo, dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo escondido estas cosas de los sabios e instruidos, se las has revelado a los que son como niños. Sí, Padre, porque esa fue tu buena voluntad” (Lucas 10: 21) Jesús los llama como niños en el sentido de tener poco conocimiento, sin preparación académica. Una cosa es leer y otra cosa entender, la biblia está disponible para todos sin excepción alguna, puede leerla quien quiera, cualquier persona, pero dependiendo su corazón, podrá entenderla siempre y cuando Dios le habrá el entendimiento. “Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras. Esto es lo que está escrito, les explicó: que el Cristo padecerá y resucitará al tercer día, y en su nombre se predicarán el arrepentimiento y el perdón de pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén. Ustedes son testigos de estas cosas” (Lucas 24: 45-48)
El propósito de las revelaciones es para que nosotros seamos sus testigos, a veces recibiremos revelaciones personales que solo le incumbe a la persona que la recibe, pero en la mayoría de los casos será para que seamos sus testigos en este mundo, por esa razón fueron enviados los discípulos a predicar, solo hasta que tenían el conocimiento abierto y estuvieran seguros de lo que dirían; por eso pienso que no es bíblico enviar a un neófito a predicar, yo he visto a gente recién convertida que no saben lo que dicen cuando predican, oí a alguien en el transporte público predicar del perdón, pero en su testimonio dijo que a la única persona que no perdonaría jamás era a su madre…..¡¿Qué?! dije en mi interior. Al inicio de mi vida como cristiano evangélico cometía errores garrafales cuando compartía el evangelio, todavía cometo errores, pero creo que son menos que al principio, y es que nadie tiene la verdad absoluta, todos los que creemos en Dios recibimos cierto nivel de conocimiento, unos más, otros menos, pero todos se compaginan para compartir el evangelio completo de Jesucristo.
Apocalipsis no es un libro para meterle miedo a nadie, es un libro que nos revela la grandeza, belleza y gloria de Jesucristo, es un libro que nos muestra la misericordia de Dios en medio de los juicios, el reino venidero, mil años de paz sobre la tierra comienza con juicios, pero en medio de los juicios, permanece la misericordia de Dios. “SEÑOR, he sabido de tu fama; tus obras, SEÑOR, me dejan pasmado. Realízalas de nuevo en nuestros días, dalas a conocer en nuestro tiempo; en tu ira, ten presente tu misericordia” (Habac. 3: 2) Creo que desde el Génesis hasta el apocalipsis, se hace énfasis en la venida de un salvador, de un redentor, nos habla de Jesucristo. El libro de Apocalipsis es un libro lleno de esperanzas, todo este tiempo de espera está por terminar, el que ha de venir vendrá, y la esposa ya está lista para recibirlo ¡Ven Señor Jesús! “El Espíritu y la novia dicen: «¡Ven!»; y el que escuche diga: «¡Ven!» El que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida” (Apoc. 22: 17)
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