MANANTIALES DE VIDA
UN DIA DE SUMO GOZO Capítulo cuarenta y seis
"Sabemos que cuando Cristo venga otra vez, serémos como El es, porque le veremos como realmente es" (1 de Juan 3: 2)
Imaginémonos que Dios hace un trato con nosotros; "te daré lo que quieras, placer, poder, honor, riqueza, libertad, paz mental y una buena conciencia, nada será pecado, nada será prohibido, ni morirás nunca; pero a cambio, nunca verás mi rostro". La proposición es atractiva a cualquier ser humano, una vida de placer interminable, pero en el momento preciso que vamos a levantar la mano para aceptar el trato oímos la frase: "Nunca verás mi rostro". ¿Nunca? ¿Nunca conocer a Dios? ¿Nunca estar ante la presencia de Cristo?, y es aquí donde la oferta deja de ser atractiva, aunque para algunos seguirá siendo atractiva la oferta, la verdad es que, no me hago a la idea de una eternidad sin la presencia de Dios, este debería de ser el punto más alto para todo cristiano, nada tiene sentido sin Dios, sería el mismo infierno vivir fuera de la presencia de Dios, perderse ese evento de ver cara a cara a Dios sería una tragedia de gran magnitud, "El día cuando el Señor Jesús venga todos los que han creído lo admirarán" (2 Tes. 1: 10) No se trata de admirar ángeles o mansiones o nuevos cuerpos o nuevas creaciones, se trata de admirar al mismo Creador.
Miremos al apóstol Juan en la isla de Pátmos, exiliado por seguir a Jesús, sin ningún tipo de comodidad, maltratado por los romanos, Juan está a punto de ver a Jesús, Por supuesto que no es la primera vez que verá a Jesús. Veamos lo que Juan escribió por medio del Espíritu Santo, el vio a Jesús pero no de la manera que lo vio sobre la tierra, ahora es una experiencia diferente: "Cuando le vi, caí como muerto a sus pies" (Apoc. 1: 17) "Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro y en medio de los siete candeleros de oro, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaban hasta los pies y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza. Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y El puso su diestra sobre mí, diciéndome: no temas" (Apoc. 1: 12- 17)
¿Digno de admirar? Yo con solo leerlo ya lo estoy admirando, impresionante escena, yo creo que lo que vio Juan es indescriptible, lo que vio Juan no hay palabras que lo puedan describir, solo estando delante de Jesucristo lo sabríamos, indescriptible totalmente ¿Cómo describir con palabras tanta gloria? ¡Imposible!, pero al menos podríamos entender un poco más lo escrito por Juan si tan solo entendiéramos la simbología que usa la biblia, ¿pero qué veremos cuando veamos a Cristo? Veremos al sacerdote perfecto. "Vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro (Vers. 13) Dios está en esta visión con vestimentas sacerdotales. Un sacerdote lo que hace es presentar al pueblo a Dios y a Dios al pueblo. Pero, no solo es el Sumo Sacerdote, es también el Puro y Santo, la Fuente de todo Poder. La Pureza del Amor, La Luz Eterna......... Yo quiero ver al Indescriptible, ¿Y usted amado lector?....
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