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lunes, 26 de mayo de 2025
EXODO PARTE 91
ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL EXODO
Por C.H.M.
CAPITULO 12
No es así con la obra de Cristo por nosotros. Ella es absoluta y eternamente completa. Cristo pudo decir: "He acabado la obra que me diste que hiciese". (Juan 17:4), y luego: "Consumado es". (Juan 19:30). El Espíritu Santo no puede decir todavía que ha terminado su obra. Como el verdadero Vicario de Cristo en la tierra, continúa trabajando en medio de las diversas influencias contrarias que rodean la esfera de su actividad; trabaja en el corazón de los hijos de Dios para hacerles llegar, de una manera práctica y experimental, a la altura del modelo a cuya imagen deben ser hechos semejantes. Pero jamás conduce el alma a que haga depender de su obra la paz de que goza el creyente en la presencia de Dios. La misión del Espíritu Santo es de hablar de Jesús, y no de sí mismo. "Tomará de lo mío", dice Jesús, y os lo hará saber". (Juan 16:14). Puesto que solamente por la enseñanza del Espíritu se puede comprender el verdadero fundamento de la paz, y no hablando jamás el Espíritu de sí mismo, es evidente que sólo puede presentar la obra de Cristo como el fundamento sobre el cual el alma debe apoyarse para siempre; más aun, es en virtud de esta obra que el Espíritu hace su morada y cumple sus maravillosas operaciones en el corazón del creyente. El Espíritu no es nuestro título, si bien es El quien nos lo revela, y nos hace capaces de poder comprenderlo y gozarlo.
Así, el cordero pascual, como fundamento de la paz de Israel, es un tipo admirable y magnífico de Cristo como fundamento de la paz del creyente. Nada debía ser añadido a la sangre puesta sobre el dintel, y tampoco nada más hay que añadir a la sangre puesta sobre el propiciatorio.
"El pan sin levadura" y "las hierbas amargas" eran cosas necesarias; pero en ninguna manera debían formar el fundamento de la paz, ni en todo, ni en parte. Debían ser usadas en el interior del hogar, constituyendo los signos característicos de la comunión en la familia; el verdadero fundamento de todo era la sangre del cordero. Ella salvó a los Israelitas de la muerte, introduciéndoles en una nueva escena de vida, de luz y de paz, formando así el lazo de unión entre Dios y su pueblo redimido. Continuará...
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