viernes, 23 de mayo de 2025

EXODO PARTE 88

ESTUDIOS SOBRE EL LIBRO DEL EXODO Por C.H.M. CAPITULO 12 La aplicación de lo que precede a la paz del pecador es bien sencilla. El Señor Jesús habiendo derramado su preciosa sangre, en expiación perfecta por el pecado, ha llevado esa sangre a la presencia de Dios, y allí El ha hecho la aspersión; y el testimonio de Dios asegura al pecador que cree, que todas las cosas han sido arregladas a su favor, arregladas, no por el aprecio que él hace de la sangre, sino por la sangre misma, que tiene tan grande valor a los ojos de Dios, que, a causa de esa sangre, y de ella solamente, Dios puede perdonar con justicia todo pecado, y recibir al pecador cono un ser perfectamente justo en Cristo. ¿Cómo podría gozar el hombre de una paz sólida, si su paz dependía de la estima que él hiciese de la sangre? La apreciación mayor que el espíritu humano puede hacer del valor de a sangre, estará siempre infinitamente por debajo de su valor divino; por lo tanto, si nuestra paz dependiese de nuestra justa apreciación de lo que esta sangre vale, jamás podríamos gozar de una paz firme y segura, y sería lo mismo como si nosotros la buscásemos "por las obras de la ley". (Rom. 9:32; Gál. 2:16; 3:10). Es necesario que haya un fundamento de paz suficiente sólo en la sangre, porque de otra manera jamás tendríamos paz. Mezclar a esa sangre el valor que nosotros le concedemos, es derribar todo el edificio del cristianismo, tan efectivamente como si condujéramos al pecador al pie del monte de Sinaí, y que lo pusiéramos bajo la alianza de las obras. O bien el sacrificio de Cristo es suficiente, o bien no lo es. Y si lo es, ¿por qué esas dudas y temores? Con las palabras de nuestros labios declaramos que la obra está cumplida, mas las dudas y los temores del corazón dicen que no lo está. Todos aquellos que dudan de su perdón perfecto y eterno, niegan en lo que a ellos se refiere, el cumplimiento y la perfección del sacrificio de Cristo. Hay un gran número de personas que retrocederían a la idea de poner en duda, abiertamente y de propósito deliberado, la eficacia del sacrificio de Cristo, y no obstante, no gozan de una paz segura. Estas personas dicen estar convencidas de que la sangre de Cristo es perfectamente suficiente para satisfacer por completo todas las necesidades del pecador; pero si ellas pudiesen estar ciertas de tener una parte en esa sangre. Si solamente tuviesen la fe verdadera. Continuará...

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