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viernes, 24 de enero de 2025
GÉNESIS PARTE 227
DIOS SE SIRVE DE LAS CIRCUNSTANCIAS PARA DISCIPLINAR A JACOB
Dos negociantes
No obstante, vale la pena hacer notar cómo entra en la atmósfera tan perfectamente adaptada a su constitución moral. El negociante Jacob se encuentra con el negociante Labán, y se les ve haciéndose mutuos ataques de astucia, procurando engañarse el uno al otro. En cuanto a Labán, esto no nos debe sorprender, porque no había estado en Bet-el; no había visto el cielo abierto ni la escalera que llegaba desde la tierra al cielo; no había oído las promesas gloriosas de la boca de Jehová, asegurándole la posesión de la tierra de Canaán y una posteridad sin número. Labán, cual hombre del mundo, no tenía más recursos que el espíritu bajo y codicioso, y de él hace uso. ¿Cómo se sacará lo puro de lo impuro? Pero no hay cosa más humillante que ver a Jacob, después de todo lo que había visto y oído en Bet-el, luchando con un hombre mundano y esforzándose en multiplicar bienes por medios tales como los que emplea. ¡Ay! No es cosa rara ver cómo los hijos de Dios se olvidan de su alto destino y de su herencia celeste hasta el punto de descender a la arena con los hijos del mundo para luchar con ellos por las riquezas y honores de una tierra herida por la maldición y el pecado. Tanto es así que, en el caso de gran número de personas, es difícil descubrir rastro del principio mencionado por Juan: el “nacido de Dios vence al mundo” (1 Juan 5:4). Si se considerara y se juzgara a Jacob y a Labán según los principios de la naturaleza, sería difícil descubrir la menor diferencia entre ambos. Es preciso colocarse detrás de la escena y entrar en los pensamientos de Dios en cuanto a cada uno de ellos para ver en qué grado se diferencian el uno del otro. Pero fue Dios quien puso diferencia entre ellos y no Jacob; y lo propio sucede hoy día. Aun cuando sea difícil descubrirlo, existe una diferencia enorme entre los hijos de luz y los hijos de las tinieblas; una diferencia que se funda en el solemne hecho de que los primeros son “vasos de misericordia que él preparó de antemano para su gloria”, mientras que los últimos son “vasos de ira preparados” —no por Dios, sino por el pecado— “para destrucción” (Romanos 9:22, 23). Los Jacob y los Labán han diferido y diferirán siempre, aunque los primeros dejen de manifestar su verdadero carácter y dignidad. Continuará..
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