martes, 7 de enero de 2025

GÉNESIS PARTE 211

PRINCIPALES CIRCUNSTANCIAS DE LA VIDA DE JACOB Estos capítulos nos hacen conocer la historia de Jacob o por lo menos los acontecimientos principales de su vida. El Espíritu de Dios nos proporciona en ellos una enseñanza profunda respecto a los consejos de la gracia de Dios, como asimismo respecto a la completa incapacidad y la absoluta corrupción de la naturaleza humana. En el capítulo 25, con toda intención he dejado de considerar un pasaje que trata de Jacob porque resulta más apropiado hacerlo aquí. “Y oró Isaac a Jehová por su mujer, que era estéril; y lo aceptó Jehová, y concibió Rebeca su mujer. Y los hijos luchaban dentro de ella; y dijo: Si es así ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar a Jehová; y le respondió Jehová: Dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; el un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor” (25:19-23). Malaquías hace referencia a este pasaje: “Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste? ¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí” (Malaquías 1:2-3); y estas palabras del profeta las cita el apóstol Pablo (Romanos 9:11-12): “(Pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí”. El eterno consejo de Dios, según la elección de la gracia, nos es así claramente presentado. Esta expresión “elección de la gracia” tiene un significado de grandísima importancia. Ella desbarata todas las pretensiones del hombre y proclama el soberano derecho de Dios de obrar como quiere. Esto es sumamente importante. El hombre no puede gozar de bienaventuranza real y verdadera hasta no haber encorvado la cabeza delante de la soberana gracia de Dios. Le conviene hacerlo, ya que es pecador y que, como tal, carece absolutamente de derecho para obrar o prescribir a Dios cualquier cosa que sea. La gran ventaja que de esto resulta para nosotros es que, al hallamos en este terreno, no se trata ya de lo que merecemos, sino de lo que a Dios le place damos. El hijo pródigo puede querer, como por humildad, hacerse jornalero; pero, desde el momento que se trata de mérito, no resulta digno ni siquiera de ocupar el puesto de jornalero, y no le queda otro recurso que contentarse con lo que el padre buenamente le concede, a saber, con la posición más elevada: la de la comunión con él mismo (Lucas 15:11-32). No puede ser de otro modo, porque la gracia será la coronación de toda obra del siglo de los siglos. Bienaventurados somos de que esto sea así. Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario