jueves, 2 de enero de 2025

GÉNESIS PARTE 207

“ISAAC EN GERAR Y EN BEERSEBA El hambre y sus consecuencias Y se fue Isaac a Abimelec rey de los filisteos, en Gerar”. Entre Egipto y Gerar hay una diferencia palpable. Egipto es la expresión del mundo con sus recursos naturales y su independencia de Dios. “Mío es el Nilo” (Ezequiel 29:3) dijo un egipcio que no conocía a Jehová y que no pensaba tomarle en cuenta para nada. Por su situación, Egipto estaba más lejos de Canaán que Gerar, y moralmente expresaba el estado del alma más alejado de Dios. Se menciona a Gerar en el capítulo 10 en estos términos: “Fue el territorio de los cananeos desde Sidón, en dirección a Gerar, hasta Gaza; y en dirección de Sodoma, Gomorra, Adma y Zeboim, hasta Lasa” (v. 19). Gerar estaba cerca, dentro de los límites de influencias muy peligrosas. Allí halló Abraham dificultades y penas; lo propio le ocurrió a Isaac. Abraham negó allí a su esposa; lo mismo Isaac. Es cosa muy solemne ver al padre y al hijo caer, el uno tras el otro, en el mismo pecado y en el mismo lugar. Esto demuestra que era mala la influencia de ese lugar. Si Isaac no hubiese ido a Abimelec, rey de Gerar, no se habría visto en la necesidad de negar que Rebeca fuera su esposa; pero el más mínimo desvío del camino recto conduce a la debilidad espiritual. Pedro negó a su Señor cuando se calentaba junto al fuego encendido en el patio del palacio del sumo sacerdote. En cuanto a Isaac, está claro que no vivía verdaderamente feliz en Gerar. Jehová le dijo: “Habita... en esta tierra” (v. 3), es verdad; pero cuántas veces sucede que Dios da a los suyos órdenes moralmente adaptadas al estado en que él sabe que están y calculadas para llevarlos al justo aprecio y sentimiento de tal estado. Jehová ordena Moisés (Números 13) que mandara personas a reconocer la tierra de Canaán; pero, si el estado moral del pueblo israelita no hubiera sido tan bajo, no habría sido necesaria tal empresa. Sabemos bien que la fe no tiene necesidad de investigar lo que la promesa de Dios le asegura. Del mismo modo Jehová ordenó a Moisés (Números 11:16) que escogiera y reuniera setenta personas de entre los ancianos de Israel para que llevasen con él la carga de juzgar al pueblo; pero si Moisés hubiese comprendido plenamente su alta posición y la dicha relacionada con la misma, no habría sido necesario tal mandamiento. Lo mismo sucedió cuando se tuvo que establecer rey sobre el pueblo de Israel (1 Samuel 8). La gente no debió encontrarse en la necesidad de tener otro rey que no fuera Dios. Es, por tanto, necesario, para comprender bien un mandamiento dado, ya sea a un individuo, ya al pueblo entero, tomar en consideración el estado del individuo o del pueblo. Continuará...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario